Santa Teresita

Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz

Santa Teresa de Lisieux

De “Historia de un Alma”: Manuscrito «B»

CAPÍTULO IX

MI VOCACION: EL AMOR (1896)

 J.M.J.T.

+ Jesús

Querida hermana, me pides que te deje un recuerdo de mis ejercicios espirituales, ejercicios que quizás sean los últimos… Puesto que nuestra Madre lo permite, me alegro mucho de ponerme a conversar contigo que eres dos veces mi hermana; contigo, que me prestaste tu voz cuando yo no podía hablar, prometiendo en mi nombre que no quería servir más que a Jesús… Querida madrinita, aquella niña que tú ofreciste a Jesús es la que te habla esta noche, la que te ama como sólo una hija sabe amar a su madre… Sólo en el cielo conocerás toda la gratitud que rebosa mi corazón…Hermana querida, vos querrías escuchar los secretos que Jesús confía a tu hijita. Yo sé que esos secretos te los confía también a ti, pues fuiste vos quien me enseñó a acoger las enseñanzas divinas. Sin embargo, trataré de balbucir algunas palabras, aunque siento que a la palabra humana le resulta imposible expresar ciertas cosas que el corazón del hombre apenas si puede vislumbrar… No creas que estoy nadando entre consuelos. No, mi consuelo es no tenerlo en la tierra. Sin mostrarse, sin hacerme oír su voz, Jesús me instruye en secreto; no lo hace sirviéndose de libros, pues no entiendo lo que leo. Pero a veces viene a consolarme una frase como la que he encontrado al final de la oración (después de haber aguantado en el silencio y en la sequedad): «Este es el maestro que te doy, él te enseñará todo lo que debes hacer. Quiero hacerte leer en el libro de la vida, donde está contenida la ciencia del amor».¡La ciencia del amor! ¡Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi alma! No deseo otra ciencia. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, me parece, como a la esposa del Cantar de los Cantares, que no he dado nada todavía… Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda hacernos gratos a Dios, que ese amor es el único bien que ambiciono.Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre… «El que sea pequeñito, que venga a mí», dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón. Y ese mismo Espíritu de amor dijo también que «a los pequeños se les compadece y perdona». Y, en su nombre, el profeta Isaías nos revela que en el último día «el Señor apacentará como un pastor a su rebaño, reunirá a los corderitos y los estrechará contra su pecho». Y como si todas esas promesas no bastaran, el mismo profeta, cuya mirada inspirada se hundía ya en las profundidades de la eternidad, exclama en nombre del Señor: «Como una madre acaricia a su hijo, así los consolaré yo, los llevaré en brazos y sobre las rodillas los acariciaré».Sí, madrina querida, ante un lenguaje como éste, sólo cabe callar y llorar de agradecimiento y de amor… Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu Teresita, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cima de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud, como dijo en el salmo XLIX: «No aceptaré un becerro de tu casa ni un cabrito de tus rebaños, pues las fieras de la selva son mías y hay miles de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo… Si tuviera hambre, no te lo diría, pues el universo y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros, beberé sangre de cabritos?… Ofrece a Dios sacrificios de alabanza y de acción de gracias». He aquí, pues, todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor. Porque ese mismo Dios que declara que no tiene necesidad de decirnos si tiene hambre, no vacila en mendigar un poco de agua a la Samaritana. Tenía sed… Pero al decir: «Dame de beber», lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su pobre criatura. Tenía sed de amor…Sí, me doy cuenta, más que nunca, de que Jesús está sediento. Entre los discípulos del mundo, sólo encuentra ingratos e indiferentes, y entre sus propios discípulos ¡qué pocos corazones encuentra que se entreguen a él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito! Hermana querida, ¡dichosas nosotras que comprendemos los íntimos secretos de nuestro Esposo! Si vos quisieras escribir todo lo que sabes acerca de ellos, ¡qué hermosas páginas podríamos leer! Pero ya lo sé, prefieres guardar «los secretos del Rey» en el fondo de tu corazón, mientras que a mí me dices que «es bueno publicar las obras del altísimo». Creo que tienes razón en guardar silencio, y sólo por complacerte escribo yo estas líneas, pues siento mi impotencia para expresar con palabras de la tierra los secretos del cielo; y además, aunque escribiera páginas y más páginas, tendría la impresión de no haber empezado todavía… Hay tanta variedad de horizontes, matices tan infinitamente variados, que sólo la paleta del Pintor celestial podrá proporcionarme, después de la noche de esta vida, los colores apropiados para pintar las maravillas que él descubre a los ojos de mi alma. Hermana querida, me pedías que te escribiera mi sueño y «mi doctrinita», como tú la llamas… Lo he hecho en las páginas que siguen; pero tan mal, que me parece imposible que consigas entender nada. Tal vez mis expresiones te parezcan exageradas… Perdóname, eso se debe a mi estilo demasiado confuso. Te aseguro que en mi pobre alma no hay exageración alguna: en ella todo es sereno y reposado… (Al escribir, me dirijo a Jesús; así me resulta más fácil expresar mis pensamientos… Lo cual, ¡ay!, no impide que vayan horriblemente expresados)

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J.M.J.T.

8 de septiembre de 1896

(A mi querida sor María del Sagrado Corazón.)

¡Jesús, Amado mío!, ¿quién podrá decir con qué ternura y con qué suavidad diriges tú mi pequeña alma, y cómo te gusta hacer brillar el rayo de tu gracia aun en medio de la más oscura tormenta…? Jesús, la tormenta rugía muy fuerte en mi alma desde la hermosa fiesta de tu triunfo -la fiesta radiante de Pascua-, cuando un sábado del mes de mayo, pensando en los sueños misteriosos que a veces concedes a ciertas almas, me decía a mí misma que debía de ser un consuelo muy dulce tener uno de esos sueños; pero no lo pedía. Por la noche, mi alma, observando las nubes que encapotaban su cielo, se repitió a sí misma que aquellos hermosos sueños no estaban hechos para ella, y se durmió bajo el vendaval…El día siguiente era el 10 de mayo, segundo domingo del mes de María, quizás aniversario de aquel día en que la Santísima Virgen se dignó sonreírle a su pequeña florcita…A las primeras luces del alba, me encontraba (en sueños) en una especie de galería. Había en ella varias personas más, pero alejadas. Sólo nuestra Madre estaba a mi lado. De pronto, sin saber cómo habían entrado, vi a tres carmelitas, vestidas con capas blancas y con los grandes velos echados. Me pareció que venían por nuestra Madre, pero lo que entendí claramente fue que venían del cielo.Yo exclamé en lo hondo del corazón: ¡Cómo me gustaría ver el rostro de una de esas carmelitas! Y entonces la más alta de las santas, como si hubiese oído mi oración, avanzó hacia mí. Al instante caí de rodillas. Y, ¡oh, felicidad!, la carmelita se quitó el velo, o, mejor dicho, lo alzó y me cubrió con él. Sin la menor vacilación, reconocí a la Venerable Ana de Jesús, la fundadora del Carmelo en Francia.Su rostro era hermoso, de una hermosura inmaterial. No desprendía ningún resplandor; y sin embargo, a pesar del velo que nos cubría a las dos, yo veía aquel rostro celestial iluminado con una luz inefablemente suave, luz que el rostro no recibía sino que él mismo producía…Me sería imposible decir la alegría de mi alma; estas cosas se sienten, pero no se pueden expresar… Varios meses han pasado desde este dulce sueño; pero el recuerdo que dejó en mi alma no ha perdido nada de su frescor ni de su encanto celestial… Aún me parece estar viendo la mirada y la sonrisa llenas de amor de la Venerable Madre. Aún creo sentir las caricias de que me colmó…… Al verme tan tiernamente amada, me atreví a pronunciar estas palabras: «Madre, te lo ruego, dime si Dios me dejará todavía mucho tiempo en la tierra… ¿Vendrá pronto a buscarme…?» Sonriendo con ternura, la santa murmuró: «Sí, pronto, pronto… Te lo prometo». «Madre, añadí, dime también si Dios no me pide tal vez algo más que mis pobres acciones y mis deseos. ¿Está contento de mí?» El rostro de la santa asumió una expresión incomparablemente más tierna que la primera vez que me habló. Su mirada y sus caricias eran ya la más dulce de las respuestas. Sin embargo, me dijo: «Dios no te pide ninguna otra cosa. Está contento, ¡muy contento…!»Y después de volver a acariciarme con mucho más amor con que jamás acarició a su hijo la más tierna de las madres, la vi alejarse… Mi corazón rebosaba de alegría, pero me acordé de mis hermanas y quise pedir algunas gracias para ellas. Pero, ¡ay!…, me desperté… ¡Jesús!, ya no rugía la tormenta, el cielo estaba en calma y sereno… Yo creía, sabía que hay un cielo, y que ese cielo está poblado de almas que me quieren y que me miran como a hija suya…Esta impresión ha quedado grabada en mi corazón. Lo cual es tanto más curioso, cuanto que la Venerable Ana de Jesús me había sido hasta entonces del todo indiferente, nunca la había invocado, y su pensamiento sólo me venía a la mente cuando oía hablar de ella, lo que ocurría raras veces.Por eso, cuando comprendí hasta qué punto me quería ella a mí, y qué lejos estaba yo de serle indiferente, mi corazón se deshizo en amor y gratitud, y no sólo hacia la santa que me había visitado, sino hacia todos los bienaventurados moradores del cielo…¡Amado mío!, esta gracia no era más que el preludio de otras gracias mayores con que tú querías colmarme. Déjame, mi único amor, que te las recuerde hoy…, hoy, sí, sexto aniversario de nuestra unión… Y perdóname, Jesús mío, si digo desatinos al querer expresarte mis deseos, mis esperanzas que rayan el infinito, ¡¡¡perdóname y cura mi alma dándole lo que espera…!!!Ser tu esposa, Jesús, ser carmelita, ser por mi unión contigo madre de almas, debería bastarme… Pero no es así… Ciertamente, estos tres privilegios son la esencia de mi vocación: carmelita, esposa y madre. Sin embargo, siento en mi interior otras vocaciones: siento la vocación de guerrero, de sacerdote, de apóstol, de doctor, de mártir. En una palabra, siento la necesidad, el deseo de realizar por ti, Jesús, las más heroicas hazañas… Siento en mi alma el valor de un cruzado, de un zuavo pontificio. Quisiera morir por la defensa de la Iglesia en un campo de batalla… Siento en mí la vocación de sacerdote. ¡Con qué amor, Jesús, te llevaría en mis manos cuando, al conjuro de mi voz, bajaras del cielo…! ¡Con qué amor te entregaría a las almas…! Pero, ¡ay!, aun deseando ser sacerdote, admiro y envidio la humildad de san Francisco de Asís y siento en mí la vocación de imitarle renunciando a la sublime dignidad del sacerdocio. ¡Oh, Jesús, amor mío, mi vida…!, ¿cómo hermanar estos contrastes? ¿Cómo convertir en realidad los deseos de mi pobrecita alma? Sí, a pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas como los profetas y como los doctores.Tengo vocación de apóstol… Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre y plantar tu cruz gloriosa en suelo infiel. Pero Amado mío, una sola misión no sería suficiente para mí. Quisiera anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas… Quisiera ser misionero no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguirlo siendo hasta la consumación de los siglos… Pero, sobre todo y por encima de todo, amado Salvador mío, quisiera derramar por ti hasta la última gota de mi sangre… ¡El martirio! ¡El sueño de mi juventud! Un sueño que ha ido creciendo conmigo en los claustros del Carmelo… Pero siento que también este sueño mío es una locura, pues no puedo limitarme a desear una sola clase de martirio… Para quedar satisfecha, tendría que sufrirlos todos… Como tú, adorado Esposo mío, quisiera ser flagelada y crucificada… Quisiera morir desollada, como san Bartolomé… Quisiera ser sumergida, como san Juan, en aceite hirviendo… Quisiera sufrir todos los suplicios infligidos a los mártires… Con santa Inés y santa Cecilia, quisiera presentar mi cuello a la espada, y como Juana de Arco, mi hermana querida, quisiera susurrar tu nombre en la hoguera, Jesús… Al pensar en los tormentos que serán el lote de los cristianos en tiempos del anticristo, siento que mi corazón se estremece de alegría y quisiera que esos tormentos estuviesen reservados para mí… Jesús, Jesús, si quisiera poner por escrito todos mis deseos, necesitaría que me prestaras tu libro de la vida, donde están consignadas las hazañas de todos los santos, y todas esas hazañas quisiera realizarlas yo por ti… Jesús mío, ¿y tú qué responderás a todas mis locuras…? ¿Existe acaso un alma pequeña y más impotente que la mía…? Sin embargo, Señor, precisamente a causa de mi debilidad, tú has querido colmar mis pequeños deseos infantiles, y hoy quieres colmar otros deseos míos más grandes que el universo…Como estos mis deseos me hacían sufrir durante la oración un verdadero martirio, abrí las cartas de san Pablo con el fin de buscar una respuesta. Y mis ojos se encontraron con los capítulos 12 y 13 de la primera carta a los Corintios… Leí en el primero que no todos pueden ser apóstoles, o profetas, o doctores, etc…; que la Iglesia está compuesta de diferentes miembros, y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano.… La respuesta estaba clara, pero no colmaba mis deseos ni me daba la paz… Al igual que Magdalena, inclinándose sin cesar sobre la tumba vacía, acabó por encontrar lo que buscaba, así también yo, abajándome hasta las profundidades de mi nada, subí tan alto que logré alcanzar mi intento… Seguí leyendo, sin desanimarme, y esta frase me reconfortó: «Ambicionen los carismas mejores. Y aún les voy a mostrar un camino inigualable». Y el apóstol va explicando cómo los mejores carismas nada son sin el amor… Y que la caridad es ese camino inigualable que conduce a Dios con total seguridad.Podía, por fin, descansar… Al mirar el cuerpo místico de la Iglesia, yo no me había reconocido en ninguno de los miembros descritos por san Pablo; o, mejor dicho, quería reconocerme en todos ellos… La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre… Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares… En una palabra, ¡que el amor es eterno…! Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío…, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor…! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado… En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor… Así lo seré todo… ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad…!!!¿Por qué hablar de alegría delirante? No, no es ésta la expresión justa. Es, más bien, la paz tranquila y serena del navegante al divisar el faro que ha de conducirle al puerto… ¡Oh, faro luminoso del amor, yo sé cómo llegar hasta ti! He encontrado el secreto para apropiarme tu llama.No soy más que una niña, impotente y débil. Sin embargo, es precisamente mi debilidad lo que me da la audacia para ofrecerme como víctima a tu amor, ¡oh Jesús! Antiguamente, sólo las hostias puras y sin mancha eran aceptadas por el Dios fuerte y poderoso. Para satisfacer a la justicia divina, se necesitaban víctimas perfectas. Pero a la ley del temor le ha sucedido la ley del amor, y el amor me ha elegido a mí, débil e imperfecta criatura, como holocausto… ¿No es ésta una elección digna del amor…? Sí, para que el amor quede plenamente satisfecho, es preciso que se abaje hasta la nada y que transforme en fuego esa nada… Lo sé, Jesús, el amor sólo con amor se paga. Por eso he buscado y hallado la forma de aliviar mi corazón devolviéndote amor por amor. «Gánense amigos con el dinero injusto, para que los reciban en las moradas eternas». Este es, Señor, el consejo que diste a tus discípulos después de decirles que «los hijos de las tinieblas son más astutos en sus negocios que los hijos de la luz».Y yo, como hija de la luz, comprendí que mis deseos de serlo todo, de abarcar todas las vocaciones, eran riquezas que podían muy bien hacerme injusta; por eso me he servido de ellas para ganarme amigos… Acordándome de la oración de Eliseo a su Padre Elías, cuando se atrevió a pedirle su doble espíritu, me presenté ante los ángeles y los santos y les dije: «Yo soy la más pequeña de las criaturas. Conozco mi miseria y mi debilidad. Pero sé también cuánto les gusta a los corazones nobles y generosos hacer el bien. Les suplico, pues, bienaventurados moradores del cielo, les suplico que me adopten por hija. Sólo de ustedes será la gloria que me hagan adquirir, pero dígnense escuchar mi súplica. Ya sé que es temeridad, sin embargo me atrevo a pedirles que me alcancen: su doble amor ».Jesús, no puedo ir más allá en mi petición, temería verme aplastada bajo el peso de mis audaces deseos… La excusa que tengo es que soy una niña, y los niños no piensan en el alcance de sus palabras. Sin embargo sus padres, cuando ocupan un trono y poseen inmensos tesoros, no dudan en satisfacer los deseos de esos pequeñuelos a los que aman tanto como a sí mismos; por complacerles, hacen locuras y hasta se vuelven débiles… Pues bien, yo soy la HIJA de la Iglesia, y la Iglesia es Reina, pues es tu Esposa, oh, divino Rey de reyes…No son riquezas ni gloria (ni siquiera la gloria del cielo) lo que pide el corazón del niñito… El entiende muy bien que la gloria pertenece a sus hermanos, los ángeles y los santos… La suya será un reflejo de la que irradia de la frente de su madre. Lo que él pide es el amor… No sabe más que una cosa: amarte, Jesús… Las obras deslumbrantes le están vedadas: no puede predicar el Evangelio, ni derramar su sangre… Pero ¿qué importa?, sus hermanos trabajan en su lugar, y él, como un niño pequeño, se queda muy cerca del trono del Rey y de la Reina y ama por sus hermanos que luchan… ¿Pero cómo podrá demostrar él su amor, si es que el amor se demuestra con obras? Pues bien, el niñito arrojará flores, llenará de aromas con sus perfumes el trono real, cantará con su voz argentina el cántico del amor… Sí, Amado mío, así es como se consumirá mi vida… No tengo otra forma de demostrarte mi amor que arrojando flores, es decir, no dejando escapar ningún pequeño sacrificio, ni una sola mirada, ni una sola palabra, aprovechando hasta las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor… Quiero sufrir por amor, y hasta gozar por amor. Así arrojaré flores delante de tu trono. No encontraré ni una sola en mi camino que no deshoje para ti. Y además, al arrojar mis flores, cantaré (¿puede alguien llorar mientras realiza una acción tan alegre?), cantaré aun cuando tenga que tomar las flores entre las espinas, y tanto más melodioso será mi canto, cuanto más largas y punzantes sean las espinas.¿Y de qué te servirán, Jesús, mis flores y mis cantos…? Sí, lo sé muy bien: esa lluvia perfumada, esos pétalos frágiles y sin valor alguno, esos cánticos de amor del más pequeño de los corazones te fascinarán. Sí, esas naderías te gustarán y harán sonreír a la Iglesia triunfante, que recogerá mis flores deshojadas por amor y las pasará por tus divinas manos, Jesús. Y luego esa Iglesia del cielo, queriendo jugar con su hijito, arrojará también ella esas flores -que habrán adquirido a tu toque divino un valor infinito- arrojará esas flores sobre la Iglesia sufriente para apagar sus llamas, y las arrojará también sobre la Iglesia militante para hacerla alcanzar la victoria…¡Jesús mío, te amo! Amo a la Iglesia, mi Madre. Recuerdo que «el más pequeño movimiento de puro amor es más útil a la Iglesia que todas las demás obras juntas».¿Pero hay de verdad puro amor en mi corazón…? Mis inmensos deseos ¿no serán un sueño, una locura…? ¡Ay!, si así fuera, dame luz tú, Jesús. Tú sabes que busco la verdad… Si mis deseos son temerarios, hazlos tú desaparecer, pues estos deseos son para mí el mayor de los martirios… Sin embargo, Jesús, siento en mi interior que, si después de haber ansiado con toda el alma llegar a las más elevadas regiones del amor, no llegase un día a alcanzarlas, habré saboreado una mayor dulzura en medio de mi martirio, en medio de mi locura, que la que gozaría en el seno de los gozos de la patria; a no ser que, por un milagro, me dejes conservar allí el recuerdo de las esperanzas que he tenido en la tierra.Así pues, déjame gozar durante mi destierro las delicias del amor. Déjame saborear las dulces amarguras de mi martirio… Jesús, Jesús, si tan delicioso es el deseo de amarte, ¿qué será poseer al Amor, gozar del Amor…? ¿Cómo puede aspirar un alma tan imperfecta como la mía a poseer la plenitud del Amor…?¡Oh, Jesús, mi primer y único amigo, el UNICO a quien yo amo!, dime qué misterio es éste. ¿Por qué no reservas estas aspiraciones tan inmensas para las almas grandes, para las águilas que se ciernen en las alturas…? Yo me considero un débil pajarito cubierto únicamente por un ligero plumón. Yo no soy un águila, sólo tengo de águila los ojos y el corazón, pues, a pesar de mi extrema pequeñez, me atrevo a mirar fijamente al Sol divino, al Sol del Amor, y mi corazón siente en sí todas las aspiraciones del águila…El pajarillo quisiera volar hacia ese Sol brillante que encandila sus ojos; quisiera imitar a sus hermanas las águilas, a las que ve elevarse hacia el foco divino de la Santísima Trinidad… Pero, ¡ay! lo más que puede hacer es alzar sus alitas, ¡pero eso de volar no está en su modesto poder! ¿Qué será de él? ¿Morirá de pena al verse tan impotente…? No, no, el pajarillo ni siquiera se desconsolará. Con audaz abandono, quiere seguir con la mirada fija en su divino Sol. Nada podrá asustarlo, ni el viento ni la lluvia. Y si oscuras nubes llegaran a ocultarle el Astro del amor, el pajarito no cambiará de lugar: sabe que más allá de las nubes su Sol sigue brillando y que su resplandor no puede eclipsarse ni un instante. Es cierto que, a veces, el corazón del pajarito se ve embestido por la tormenta, y no le parece que pueda existir otra cosa que las nubes que lo rodean. Esa es la hora de la alegría perfecta para ese pobre y débil ser. ¡Qué dicha para él seguir allí, a pesar de todo, mirando fijamente a la luz invisible que se oculta a su fe…!Jesús, hasta aquí puedo entender tu amor al pajarito, ya que éste no se aleja de ti… Pero yo sé, y tú también lo sabes, que muchas veces la imperfecta criaturita, aun siguiendo en su lugar (es decir, bajo los rayos del Sol), acaba distrayéndose un poco de su único quehacer: coge un granito acá y allá, corre tras un gusanito…; luego, encontrando un charquito de agua, moja en él sus plumas apenas formadas; ve una flor que le gusta, y su espíritu débil se entretiene con la flor… En una palabra, el pobre pajarito, al no poder elevarse como las águilas, se sigue entreteniendo con las bagatelas de la tierra. Sin embargo, después de todas sus travesuras, el pajarillo, en vez de ir a esconderse en un rincón para llorar su miseria y morirse de arrepentimiento, se vuelve hacia su amado Sol, expone a sus rayos bienhechores sus alitas mojadas, gime como la golondrina; y, en su dulce canto, confía y cuenta detalladamente sus infidelidades, pensando, en su temerario abandono, adquirir así un mayor dominio, atraer con mayor plenitud el amor de Aquel que no vino a buscar a los justos sino a los pecadores… Y si el Astro adorado sigue sordo a los gorjeos lastimeros de su criaturita, si sigue oculto…, pues bien, entonces la criaturita seguirá allí mojada, aceptará estar aterida de frío, y seguirá alegrándose de ese sufrimiento que en realidad ha merecido… ¡Qué feliz, Jesús, es tu pajarito de ser débil y pequeño! Pues ¿qué sería de él si fuera grande…? Jamás tendría la audacia de comparecer en tu presencia, de dormitar delante de ti… Sí, ésta es también otra debilidad del pajarito cuando quiere mirar fijamente al Sol divino y las nubes no le dejan ver ni un solo rayo: a pesar suyo, sus ojitos se cierran, su cabecita se esconde bajo el ala, y el pobrecito se duerme creyendo seguir mirando fijamente a su Astro querido. Pero al despertar, no se desconsuela, su corazoncito sigue en paz. Y vuelve a comenzar su oficio de amor. Invoca a los ángeles y a los santos, que se elevan como águilas hacia el Foco devorador, objeto de sus anhelos, y las águilas, compadeciéndose de su hermanito, le protegen y defienden y ponen en fuga a los buitres que quisieran devorarlo.El pajarito no teme a los buitres, imágenes de los demonios, pues no está destinado a ser su presa, sino la del Águila que él contempla en el centro del Sol del amor.¡Oh, Verbo divino!, tú eres el Águila adorada que yo amo, la que atrae.Eres tú quien, precipitándote sobre la tierra del exilio, quisiste sufrir y morir a fin de atraer a las almas hasta el centro del Foco eterno de la Trinidad bienaventurada. Eres tú quien, remontándote hacia la Luz inaccesible que será ya para siempre tu morada, sigues viviendo en este valle de lágrimas, escondido bajo las apariencias de una blanca hostia… Águila eterna, tú quieres alimentarme con tu sustancia divina, a mí, pobre e insignificante ser que volvería a la nada si tu mirada divina no me diese la vida a cada instante.Jesús, déjame que te diga, en el exceso de mi gratitud, déjame, sí, que te diga que tu amor llega hasta la locura… ¿Cómo quieres que, ante esa locura, mi corazón no se lance hacia ti? ¿Cómo va a conocer límites mi confianza…? Sí, ya sé que también los santos hicieron locuras por ti, que hicieron obras grandes porque ellos eran águilas… Jesús, yo soy demasiado pequeña para hacer obras grandes…, y mi locura consiste en esperar que tu amor me acepte como víctima… Mi locura consiste en suplicar a las águilas mis hermanas que me obtengan la gracia de volar hacia el Sol del amor con las propias alas del Águila divina… Durante todo el tiempo que tú quieras, Amado mío, tu pajarito seguirá sin fuerzas y sin alas, seguirá con los ojos fijos en ti. Quiere ser fascinado por tu mirada divina, quiere ser presa de tu amor…Un día, así lo espero, Águila adorada, vendrás a buscar a tu pajarillo; y, remontándote con él hasta el Foco del amor, lo sumergirás por toda la eternidad en el ardiente Abismo de ese amor al que él se ofreció como víctima¡Que no pueda yo, Jesús, revelar a todas las almas pequeñas cuán inefable es tu condescendencia…! Estoy convencida de que, si por un imposible, encontrases un alma más débil y más pequeña que la mía, te complacerías en colmarla de gracias todavía mayores, con tal de que ella se abandonase con entera confianza a tu misericordia infinita.¿Pero por qué estos deseos, Jesús, de comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú, y nadie más que tú, el que me los enseñó a mí? ¿Y no puedes, entonces, revelárselos también a otros…? Sí, lo sé muy bien, y te conjuro a que lo hagas. Te suplico que hagas descender tu mirada divina sobre un gran número de almas pequeñas… ¡Te suplico que elijas una legión de pequeñas víctimas dignas de tu AMOR…!

La insignificante sor Teresa del Niño Jesús de la Sta. Faz, rel. carm. ind. 

***  *  ***

|*Manuscrit«B»

|#1

|+rº]                                 J-M-J-T.

Jésus +

O ma Soeur chérie! vous me demandez de vous donner un souvenir de ma retraite, retraite qui peut-être sera la dernière… Puisque notre Mère le permet, c’est une joie pour moi de venir m’ entretenir avec vous, qui êtes deux fois ma Soeur, avec vous qui m’ avez prête votre voix, promettant en mon nom que je ne voulais servir que Jésus, alors qu’ il ne m’ était pas possible de parler… Chère petite Marraine, c’est l’ enfant que vous avez offerte au Seigneur qui vous parle ce soir, c’est elle qui vous aime comme une enfant sait aimer sa Mère… Au Ciel seulement vous connaîtrez toute la reconnaissance  qui débordé de mon coeur… O ma Soeur chérie! vous voudriez entendre les secrets que Jésus confie à votre petite fille, ces secrets Il vous les confie je le sais, car c’est vous qui m’ avez appris à recueillir les enseignements Divins, cependant je vais essayer de balbutier quelques mots, bien que je sente qu’ il est impossible à la parole humaine de redire des choses que le coeur humain peut à peine pressentir…

Ne croyez pas que je nage dans les consolations oh non!  ma consolation c’est de n’ en pas avoir sur la terre. Sans se montrer, sans faire entendre sa voix Jésus m’ instruit dans le secret, ce n’ est pas par le moyen des livres, car je ne comprends pas ce que je lis, mais parfois une parole comme celle-ci que j’ ai tirée à la fin de l’ oraison (après être restée dans le silence et la sécheresse) vient me consoler:

«Voici le maître que je te donne, il t’ apprendra tout ce que tu dois faire. Je veux te faire lire dans le livre de vie, où est contenue la science d’ Amour.» La science d’ Amour, oh oui! cette parole résonne doucement à l’ oreille de mon âme, je ne désire que cette science-là, pour elle, ayant donne toutes mes richesses, j’ estime comme l’ épouse des sacres cantiques n’ avoir rien donne… Je comprends si bien qu’ il n’ y a que l’ amour qui puisse nous rendre agréables au Bon Dieu que cet amour est le seul bien que j’ ambitionne. Jésus se plaît à me montrer l’ unique chemin qui conduit à cette fournaise Divine, ce chemin c’est l’ abandon du petit enfant qui s’ endort sans crainte dans les bras de son Père… «Si quelqu’ un est tout petit qu’ il vienne à moi» a dit l’ Esprit Saint par la bouche de Salomon et ce même Esprit d’ Amour a dit encore que «La miséricorde est accordée aux petits». En son nom, le prophète Isaïe nous révèle qu’ au dernier jour «Le Seigneur conduira son troupeau dans les pâturages, qu’ il rassemblera les petits agneaux et les pressera sur son sein», et comme si toutes ces promesses ne suffisaient pas, le même prophète dont le regard inspire plongeait déjà dans les profondeurs éternelles s’ écrie au nom du Seigneur «Comme une mère caresse son enfant, ainsi je vous consolerai, je vous porterai sur mon sein et je vous caresserai sur mes genoux.» O Marraine chérie! après un pareil langage, il n’ y a plus qu’ à se taire, à pleurer de reconnaissance [|#1 |+vº] et d’ amour…  Ah! si toutes les âmes faibles et imparfaites sentaient ce que sent la plus petite de toutes les âmes, l’ âme de votre petite Thérèse, pas une seule ne désespérerait d’ arriver au sommet de la montagne de l’ amour puisque Jésus ne demande pas de grandes actions, mais seulement l’ abandon et la reconnaissance, puisqu’ il a dit dans le Ps. XLIX «Je n’ ai nul besoin des boucs de vos troupeaux, parce que toutes les bêtes des forêts m’ appartiennent et les milliers d’ animaux qui paissent sur les collines, je connais tous les oiseaux des montagnes… Si j’ avais faim, ce n’ est pas à vous que je le dirais: car la terre et tout ce qu’ elle contient est à moi. Est-ce que je dois manger la chair des taureaux et boire le sang des boucs?…

«Immolez à Dieu des sacrifices de louanges et d’ actions de grâces.» Voilà donc tout ce que Jésus réclame de nous, il n’ a point besoin de nos oeuvres, mais seulement de notre amour, car ce même Dieu qui déclare n’ avoir point besoin de nous dire s’ il a faim, n’ a pas craint de mendier un peu d’ eau à la Samaritaine. Il avait soif… Mais en disant «donne-moi à boire» c’était l’ amour de sa pauvre créature que le Créateur de l’ univers réclamait. Il avait soif d’ amour… Ah! je le sens plus que jamais Jésus est altéré, il ne rencontre que des ingrats et des indifférents parmi les disciples du monde et parmi ses disciples à lui, il trouve, hélas! peu de coeurs qui se livrent à lui sans réserve, qui comprennent toute la tendresse de son Amour infini.

Soeur chérie, que nous sommes heureuses de comprendre les intimes secrets de notre Époux, ah! si vous vouliez écrire tout ce que vous en connaissez, nous aurions de belles pages à lire mais je le sais, vous aimez mieux garder au fond de votre coeur «Les secrets du Roi», à moi vous dites «Qu’ il est honorable de publier les oeuvres du Très-Haut». Je trouve que vous avez raison de garder le silence et ce n’ est uniquement qu’ afin de vous faire plaisir que j’ écris ces lignes, car je sens mon impuissance à redire avec des paroles terrestres les secrets du Ciel et puis, après avoir trace des pages et des pages, je trouverais n’ avoir pas encore commence… Il y a tant d’ horizons divers tant de nuances variées à l’ infini, que la palette du Peintre céleste pourra seule, après la nuit de cette vie, me fournir les couleurs capables de peindre les merveilles qu’ il découvre à l’ oeil de mon âme.

Ma Sr Chérie, vous m’ avez demande de vous écrire mon rêve et «ma petite doctrine» comme vous l’ appelez… Je l’ ai fait dans les pages suivantes mais si mal qu’ il me semble impossible que vous compreniez. Peut-être allez-vous trouver mes expressions exagérées… Ah! pardonnez-moi, cela doit tenir à mon style peu agréable, je vous assure qu’ il n’ est aucune exagération dans ma petite âme, que tout y est calme et repose…

(En écrivant, c’est à Jésus que je parle, cela m’ est plus facile pour exprimer mes pensées… Ce qui, hélas! n’ empêche pas qu’ elles soient bien mal exprimées!)

|#2

|+rº                    J-M-J-T.       8 Septembre 1896.

                       (A ma chère Soeur Marie du Sacre Coeur.)

O Jésus, mon Bien-Aimé! qui pourra dire avec quelle tendresse, quelle douceur vous conduisez ma petite âme? comment il vous plaît de faire luire le rayon de votre grâce au milieu même du plus sombre orage?… Jésus, l’ orage grondait bien fort dans mon âme depuis la belle fête de votre triomphe, la radieuse fête de Pâques, lorsqu’ un samedi du mois de mai, pensant aux songes mystérieux qui sont parfois accordes à certaines âmes, je me disais que ce devait être une bien douce consolation, cependant je ne la demandais pas. Le soir, considérant les nuages qui couvraient son ciel, ma petite âme se disait encore que les beaux rêves n’ étaient pas pour elle, et sous l’ orage elle s’ endormit… Le lendemain était le 10 mai, le deuxième Dimanche du mois de Marie, peut-être l’ anniversaire du jour où la Sainte Vierge daigna sourire à sa petite fleur…

Aux premières lueurs de l’ aurore, je me trouvai (en rêve) dans une sorte de galerie, il y avait plusieurs autres personnes, mais éloignées, Notre Mère seule était auprès de moi, tout à coup sans avoir vu comment elles étaient entrées, j’ aperçus trois carmélites revêtues de leurs manteaux et grands voiles, il me sembla qu’ elles venaient pour notre Mère, mais ce que je compris clairement, c’est qu’ elles venaient du Ciel. Au fond de mon coeur, je m’ écriai: Ah! que je serais heureuse de voir le visage d’ une de ces carmélites. Alors comme si ma prière avait été entendue par elle, la plus grande des saintes s’ avança vers moi; aussitôt je tombai à genoux. Oh! bonheur la Carmélite leva son voile ou plutôt le souleva et m’ en couvrit… sans aucune hésitation je reconnus la vénérable Mère Anne de Jésus, la fondatrice du Carmel en France. Son visage était beau, d’ une beauté immatérielle, aucun rayon ne s’ en échappait et cependant malgré le voile qui nous enveloppait toutes les deux, je voyais ce céleste visage éclaire d’ une lumière ineffablement douce, lumière qu’ il ne recevait pas mais qu’ il produisait de lui-même…

Je ne saurais redire l’ allégresse de mon âme, ces choses se sentent et ne peuvent s’ exprimer… Plusieurs mois se sont écoulés depuis ce doux rêve, cependant le souvenir qu’ il laisse en mon âme n’ a rien perdu de sa fraîcheur, de ses charmes Célestes… Je vois encore le regard et le sourire pleins d’ amour de la Vble Mère. Je crois sentir encore les caresses dont elle me combla.

…Me voyant si tendrement aimée, j’ osai prononcer ces paroles: «O ma Mère! je vous en supplie, dites-moi si le Bon Dieu me laissera longtemps sur la terre?… Viendra-t-Il bientôt me chercher?…» Souriant avec tendresse, la Sainte murmura: «Oui bientôt, bientôt… Je vous le promets.» -«Ma Mère, ajoutai-je, dites-moi encore si le Bon Dieu ne me demande pas quelque chose [|#2 |+vº] de plus que mes pauvres petites actions et mes désirs.  Est-Il content de moi?» La figure de la Sainte prit une expression incomparablement plus tendre que la première fois qu’ elle me parla. Son regard et ses caresses étaient la plus douce des réponses. Cependant elle me dit: «Le Bon Dieu ne demande rien autre chose de vous, Il est content, très content!…» Après m’ avoir encore caressée avec plus d’ amour que ne l’ a jamais fait pour son enfant la plus tendre des mères, je la vis s’ éloigner… Mon coeur était dans la joie, mais je me souvins de mes soeurs, et je voulus demander quelques grâces pour elles, hélas… je m’ éveillai!…

O Jésus! l’ orage alors ne grondait pas, le ciel était calme et serein… je croyais, je sentais qu’ il y a un Ciel et que ce Ciel est peuple d’ âmes qui me chérissent, qui me regardent comme leur enfant… Cette impression reste dans mon coeur, d’ autant mieux que la Vble Mère Anne de Jésus m’ avait été jusqu’ alors absolument indifférente, je ne l’ avais jamais invoquée et sa pensée ne me venait à l’ esprit qu’ en entendant parler d’ elle, ce qui était rare. Aussi lorsque j’ ai compris à quel point elle m’ aimait, combien je lui étais peu indifférente, mon coeur s’ est fondu d’ amour et de reconnaissance, non seulement pour la Sainte qui m’ avait visitée, mais encore pour tous les Bienheureux habitants du Ciel…

O mon Bien-Aimé! cette grâce n’ était que le prélude de grâces plus grandes dont tu voulais me combler. laisse-moi, mon unique Amour, te les rappeler aujourd’ hui… aujourd’ hui, le sixième anniversaire de notre union… Ah! pardonne-moi Jésus, si je déraisonne en voulant redire mes désirs, mes espérances qui touchent à l’ infini, pardonne-moi et guéris mon âme en lui donnant ce qu’ elle espère!!!…

Etre ton épouse, ô Jésus, être carmélite, être par mon union avec toi, la mère des âmes, devrait me suffire… il n’ en est pas ainsi… Sans doute, ces trois privilèges sont bien ma vocation, Carmélite, Épouse et Mère, cependant je sens en moi d’ autres vocations, je me sens la vocation de Guerrier, de Prêtre, d’ Apôtre, de Docteur, de Martyr, enfin, je sens le besoin, le désir d’ accomplir pour toi Jésus, toutes les oeuvres les plus héroïques… Je sens en mon âme le courage d’ un Croise, d’ un Zouave Pontifical, je voudrais mourir sur un champ de bataille pour la défense de l’ Église…

Je sens en moi la vocation de Prêtre, avec quel amour, ô Jésus, je te porterais dans mes mains lorsque, à ma voix, tu descendrais du Ciel… Avec quel amour je te donnerais aux âmes!… Mais hélas! tout en désirant d’ être Prêtre, j’ admire et j’ envie l’ humilité de St François d’ Assise et je me sens la vocation de l’ imiter en refusant la sublime dignité du Sacerdoce.

O Jésus! mon amour, ma vie… comment allier ces contrastes? [|#3 |+rº] Comment réaliser les désirs de ma pauvre petite âme?…

Ah! malgré ma petitesse, je voudrais éclairer les âmes comme les Prophètes, les Docteurs, j’ ai la vocation d’ être Apôtre… je voudrais parcourir la terre, prêcher ton nom et planter sur le sol infidèle ta Croix glorieuse, mais, ô mon Bien-Aimé, une seule mission ne me suffirait pas, je voudrais en même temps annoncer l’ Évangile dans les cinq parties du monde et jusque dans les îles les plus reculées… Je voudrais être missionnaire non seulement pendant quelques années, mais je voudrais l’ avoir été depuis la création du monde et l’ être jusqu’ à la consommation des siècles… Mais je voudrais par-dessus tout, ô mon Bien-Aimé Sauveur, je voudrais verser mon sang pour toi jusqu’ à la dernière goutte…

Le Martyre, voilà le rêve de ma jeunesse, ce rêve il a grandi avec moi sous les cloîtres du Carmel… Mais là encore je sens que mon rêve est une folie, car je ne saurais me borner à désirer un genre de martyre… Pour me satisfaire il me les faudrait tous… Comme toi mon Époux Adore, je voudrais être flagellée et crucifiée… Je voudrais mourir dépouillée comme St Barthélemy… Comme st Jean, je voudrais être plongée dans l’ huile bouillante, je voudrais subir tous les supplices infliges aux martyrs… Avec Se Agnès et Se Cécile je voudrais présenter mon cou au glaive et comme Jeanne d’ Arc ma soeur chérie, je voudrais sur le bûcher murmurer ton nom, ô Jésus… En songeant aux tourments qui seront le partage des chrétiens au temps de l’ Antéchrist, je sens mon coeur tressaillir et je voudrais que ces tourments me soient réservés… Jésus, Jésus, si je voulais écrire tous mes désirs, il me faudrait emprunter ton livre de vie, là sont rapportées les actions de tous les Saints et ces actions, je voudrais les avoir accomplies pour toi…

O mon Jésus! à toutes mes folies que vas-tu répondre?…

Y a-t-il une âme plus petite, plus impuissante que la mienne!…  Cependant à cause même de ma faiblesse, tu t’ es plu, Seigneur, à combler mes petits désirs enfantins, et tu veux aujourd’ hui, combler d’ autres désirs plus grands que l’ univers…

A l’ oraison mes désirs me faisant souffrir un véritable martyre j’ ouvris les épîtres de St Paul afin de chercher quelque réponse. Les chap. XII et XIII de la première épître aux Corinthiens me tombèrent sous les yeux… J’ y lus, dans le premier, que tous ne peuvent être apôtres, prophètes, docteurs, etc…, que l’ Église est composée de différents membres et que l’ oeil ne saurait être en même temps la main.

…La réponse était claire mais ne comblait pas mes désirs, elle ne me donnait pas la paix… Comme Madeleine se baissant toujours auprès du tombeau vide finit par trouver [|#3 |+vº] ce qu’ elle cherchait, ainsi, m’ abaissant jusque dans les profondeurs de mon néant je m’ élevai si haut que je pus atteindre mon but… Sans me décourager je continuai ma lecture et cette phrase me soulagea: «Recherchez avec ardeur les dons les plus parfaits, mais je vais encore vous montrer une voie plus excellente.» Et l’ Apôtre explique comment tous les dons les plus parfaits ne sont rien sans l’ Amour… Que la Charité est la voie excellente qui conduit sûrement à Dieu. Enfin j’ avais trouve le repos… Considérant le corps mystique de l’ Église, je ne m’ étais reconnue dans aucun des membres décrits par St Paul, ou plutôt je voulais me reconnaître en tous… La Charité me donna la clef de ma vocation. Je compris que si l’ Église avait un corps, compose de différents membres, le plus nécessaire, le plus noble de tous ne lui manquait pas, je compris que l’ Église avait un Coeur, et que ce Coeur était brûlant d’ Amour. Je compris que l’ Amour seul faisait agir les membres de l’ Église, que si l’ Amour venait à s’ éteindre, les Apôtres n’ annonceraient plus l’ Évangile, les Martyrs refuseraient de verser leur sang… Je compris que l’ Amour renfermait toutes les Vocations, que l’ Amour était tout, qu’ il embrassait tous les temps et tous les lieux… en un mot qu’ il est Éternel!…

Alors dans l’ excès de ma joie délirante je me suis écriée: O Jésus mon Amour… ma vocation enfin je l’ ai trouvée, ma vocation, c’est l’ Amour!… Oui j’ ai trouve ma place, dans l’ Église et cette place, ô mon Dieu, c’est vous qui me l’ avez donnée… dans le Coeur de l’ Église, ma Mère, je serai l’ Amour… ainsi je serai tout… ainsi mon rêve sera réalisé!!!…

Pourquoi parler d’ une joie délirante, non cette expression n’ est pas juste, c’est plutôt la paix calme et sereine du navigateur apercevant le phare qui doit le conduire au port… O Phare lumineux de l’ amour, je sais comment arriver jusqu’ à toi, j’ ai trouve le secret de m’ approprier ta flamme.

Je ne suis qu’ une enfant, impuissante et faible, cependant c’est ma faiblesse même qui me donne l’ audace de m’ offrir en Victime à ton Amour, ô Jésus! Autrefois les hosties pures et sans taches étaient seules agréées par le Dieu Fort et Puissant. Pour satisfaire la Justice Divine il fallait des victimes parfaites, mais à la loi de crainte a succédé la loi d’ Amour, et l’ Amour m’ a choisie pour holocauste, moi, faible et imparfaite créature… Ce choix n’ est-il pas digne de l’ Amour?… Oui, pour que l’ Amour soit pleinement satisfait, il faut qu’ Il s’ abaisse, qu’ il s’ abaisse jusqu’ au néant et qu’ il transforme en feu ce néant…

[|#4 |+rº] O Jésus, je le sais, l’ amour ne se paie que par l’ amour, aussi j’ ai cherche, j’ ai trouve le moyen de soulager mon coeur en te rendant Amour pour Amour. -«Employez les richesses qui rendent injustes à vous faire des amis qui vous reçoivent dans les tabernacles éternels». Voilà, Seigneur, le conseil que tu donnes à tes disciples après leur avoir dit que «Les enfants de ténèbres sont plus habiles dans leurs affaires que les enfants de lumière.» Enfant de lumière, j’ ai compris que mes désirs d’ être tout, d’ embrasser toutes les vocations, étaient des richesses qui pourraient bien me rendre injuste, alors je m’ en suis servie à me faire des amis… Me souvenant de la prière d’ Élisée à son Père Élie lorsqu’ il osa lui demander son double esprit, je me suis présentée devant les Anges et les Saints, et je leur ai dit: «Je suis la plus petite des créatures, je connais ma misère et ma faiblesse, mais je sais aussi combien les coeurs nobles et généreux aiment à faire du bien, je vous supplie donc, ô Bienheureux habitants du Ciel, je vous supplie de m’ adopter pour enfant, à vous seuls sera la gloire que vous me ferez acquérir mais daignez exaucer ma prière, elle est téméraire, je le sais, cependant j’ ose vous demander de m’ obtenir: votre double Amour.»

Jésus, je ne puis approfondir ma demande, je craindrais de me trouver accablée sous le poids de mes désirs audacieux…  Mon excuse, c’est que je suis une enfant, les enfants ne réfléchissent pas à la portée de leurs paroles, cependant leurs parents lorsqu’ ils sont places sur le trône, qu’ ils possèdent d’ immenses trésors, n’ hésitent pas à contenter les désirs des petits êtres qu’ ils chérissent autant qu’ eux-mêmes; pour leur faire plaisir, ils font des folies, ils vont jusqu’ à la faiblesse… Eh bien! moi je suis l’ ENFANT de l’ Église, et l’ Église est Reine puisqu’ elle est ton Épouse, ô Divin Roi des Rois… Ce ne sont pas les richesses et la Gloire, (même la Gloire du Ciel) que réclame le coeur du petit enfant… La gloire, il comprend qu’ elle appartient de droit à ses Frères, les Anges et les Saints… Sa gloire à lui sera le reflet de celle qui jaillira du front de sa Mère. Ce qu’ il demande c’est l’ Amour… Il ne sait plus qu’ une chose, t’ aimer, ô Jésus…  Les oeuvres éclatantes lui sont interdites, il ne peut prêcher l’ Évangile, verser son sang… mais qu’ importe, ses frères travaillent à sa place, et lui, petit enfant, il se tient tout près du trône du Roi et de la Reine, il aime pour ses frères qui combattent… Mais comment témoignera-t-il son Amour, puisque l’ Amour se prouve par les oeuvres? Eh bien, le petit enfant jettera des fleurs, il embaumera de ses parfums le trône royal, il chantera de sa voix argentine le cantique de l’ Amour…

Oui mon Bien-Aimé, voilà comment se consumera ma vie…  Je n’ ai d’ autre moyen de te prouver mon amour, que de jeter des fleurs, c’est-à-dire de ne laisser échapper aucun petit sacrifice, aucun regard, [|#4 |+vº] aucune parole, de profiter de toutes les plus petites choses et de les faire par amour…  Je veux souffrir par amour et même jouir par amour, ainsi je jetterai des fleurs devant ton trône, je n’ en rencontrerai pas une sans l’ effeuiller pour toi… puis en jetant mes fleurs je chanterai, (pourrait-on pleurer en faisant une aussi joyeuse action?) je chanterai, même lorsqu’ il me faudra cueillir mes fleurs au milieu des épines et mon chant sera d’ autant plus mélodieux que les épines seront longues et piquantes.

Jésus, à quoi te serviront mes fleurs et mes chants?…  Ah! je le sais bien, cette pluie embaumée, ces pétales fragiles et sans aucune valeur, ces chants d’ amour du plus petit des coeurs te charmeront, oui, ces riens te feront plaisir, ils feront sourire l’ Église Triomphante, elle recueillera mes fleurs effeuillées par amour et les faisant passer par tes Divines Mains, ô Jésus, cette Église du Ciel, voulant jouer avec son petit enfant, jettera, elle aussi, ces fleurs ayant acquis par ton attouchement divin une valeur infinie, elle les jettera sur l’ Église souffrante afin d’ en éteindre les flammes, elle les jettera sur l’ Église combattante afin de lui faire remporter la victoire!…

O mon Jésus! je t’ aime, j’ aime l’ Église ma Mère, je me souviens que: «Le plus petit mouvement de pur amour lui est plus utile que toutes les autres oeuvres réunies ensemble» mais le pur amour est-il bien dans mon coeur?… Mes immenses désirs ne sont-ils pas un rêve, une folie?… Ah! s’ il en est ainsi, Jésus, éclaire-moi, tu le sais, je cherche la vérité… si mes désirs sont téméraires, fais-les disparaître car ces désirs sont pour moi le plus grand des martyres… Cependant, je le sens, ô Jésus, après avoir aspire vers les régions les plus élevées de l’ Amour, s’ il me faut ne pas les atteindre un jour, j’ aurai goûte plus de douceur dans mon martyre, dans ma folie, que je n’ en goûterai au sein des joies de la patrie, à moins que par un miracle tu ne m’ enlèves le souvenir de mes espérances terrestres. Alors laisse [-moi] jouir pendant mon exil des délices de l’ amour. Laisse-moi savourer les douces amertumes de mon martyre…

Jésus, Jésus, s’ il est si délicieux le désir de t’ Aimer, qu’ est-ce donc de posséder, de jouir de l’ Amour?…

Comment une âme aussi imparfaite que la mienne peut-elle aspirer à posséder la plénitude de l’ Amour?… O Jésus! mon premier, mon seul Ami, toi que j’ aime UNIQUEMENT, dis-moi quel est ce mystère? Pourquoi ne réservés pas ces immenses aspirations aux grandes âmes, aux Aigles qui planent dans les hauteurs?…  Moi je me considère comme un faible petit oiseau couvert seulement d’ un léger duvet, je ne suis pas un aigle, j’ en ai simplement les yeux et le coeur car malgré ma petitesse extrême j’ ose fixer le Soleil Divin, le Soleil de l’ Amour et mon coeur sent en lui toutes [|#5 |+rº] les aspirations de l’ Aigle… Le petit oiseau voudrait voler vers ce brillant Soleil qui charme ses yeux, il voudrait imiter les Aigles ses frères qu’ il voit s’ élever jusqu’ au foyer Divin de la Trinité Sainte… hélas!  tout ce qu’ il peut faire, c’est de soulever ses petites ailes, mais s’ envoler, cela n’ est pas en son petit pouvoir! que va-t-il devenir? mourir de chagrin se voyant aussi impuissant?…  Oh non! le petit oiseau ne va pas même s’ affliger. Avec un audacieux abandon, il veut rester à fixer son Divin Soleil; rien ne saurait l’ effrayer, ni le vent ni la pluie et si de sombres nuages viennent à cacher l’ Astre d’ Amour, le petit oiseau ne change pas de place, il sait que par delà les nuages son Soleil brille toujours, que son éclat ne saurait s’ éclipser un seul instant. Parfois il est vrai, le coeur du petit oiseau se trouve assailli par la tempête, il lui semble ne pas croire qu’ il existe autre chose que les nuages qui l’ enveloppent; c’est alors le moment de la Joie parfaite pour le pauvre petit être faible.  Quel bonheur pour lui de rester là quand même, de fixer l’ invisible lumière qui se dérobe à sa foi!!!… Jésus, jusqu’ à présent, je comprends ton amour pour le petit oiseau, puisqu’ il ne s’ éloigné pas de toi… mais je le sais et tu le sais aussi, souvent, l’ imparfaite petite créature tout en restant à sa place (c’est-à-dire sous les rayons du Soleil), se laisse un peu distraire de son unique occupation, elle prend une petite graine à droite et à gauche, court après un petit ver… puis rencontrant une petite flaque d’ eau elle mouille ses plumes à peine formées, elle voit une fleur qui lui plat, alors son petit esprit s’ occupe de cette fleur… enfin ne pouvant planer comme les aigles, le pauvre petit oiseau s’ occupe encore des bagatelles de la terre. Cependant après tous ses méfaits, au lieu d’ aller se cacher dans un coin pour pleurer sa misère et mourir de repentir, le petit oiseau se tourne vers son Bien Aime Soleil, il présente à ses rayons bienfaisants ses petites ailes mouillées, il gémit comme l’ hirondelle et dans son doux chant il confie, il raconte en détail ses infidélités, pensant dans son téméraire abandon acquérir ainsi plus d’ empire, attirer plus pleinement l’ amour de Celui qui n’ est pas venu appeler les justes mais les pécheurs… Si l’ Astre Adore demeure sourd aux gazouillements plaintifs de sa petite créature, s’ il reste voile… eh bien! la petite créature reste mouillée, elle accepte d’ être transie de froid et se réjouit encore de cette souffrance qu’ elle a cependant méritée… O Jésus! que ton petit oiseau est heureux d’ être faible et petit, que deviendrait-il s’ il était grand?… Jamais il n’ aurait l’ audace de paraître en ta présence, de sommeiller devant toi… oui, c’est là encore une faiblesse du petit oiseau lorsqu’ il veut fixer le Divin Soleil et que les nuages l’ empêchent de voir un seul rayon, malgré lui ses petits yeux se ferment, sa petite tête se cache sous la petite aile et le pauvre petit être s’ endort, croyant toujours fixer son Astre Chéri. A son réveil, il ne se désole pas, son petit coeur reste en paix, il recommence son office d’ amour, il invoque les Anges et les Saints qui s’ élèvent comme des Aigles vers le Foyer dévorant, objet de son envie [|#5 |+vº] et les Aigles prenant en pitié leur petit frère, le protègent, le défendent et mettent en fuite les vautours qui voudraient le dévorer. Les vautours, images des démons, le petit oiseau ne les craint pas, il n’ est point destine à devenir leur proie, mais celle de l’ Aigle qu’ il contemple au centre du Soleil d’ Amour.  O Verbe Divin, c’est toi l’ Aigle adore que j’ aime et qui m’ attire, c’est toi qui t’ élançant vers la terre d’ exil as voulu souffrir et mourir afin d’ attirer les âmes jusqu’ au sein de l’ éternel Foyer de la Trinité Bienheureuse, c’est toi qui remontant vers l’ inaccessible Lumière qui sera désormais ton séjour c’est toi qui restes encore dans la vallée des larmes, cache sous l’ apparence d’ une blanche hostie… Aigle Éternel, tu veux me nourrir de ta divine substance, moi, pauvre petit être, qui rentrerais dans le néant si ton divin regard ne me donnait la vie à chaque instant… O Jésus! laisse-moi dans l’ excès de ma reconnaissance, laisse-moi te dire que ton amour va jusqu’ à la folie… Comment veux-tu devant cette Folie, que mon coeur ne s’ élance pas vers toi? Comment ma confiance aurait-elle des bornes… Ah! pour toi, je le sais, les Saints ont fait aussi des folies, ils ont fait de grandes choses puisqu’ ils étaient des aigles…

Jésus, je suis trop petite pour faire de grandes choses… et ma folie à moi, c’est d’ espérer que ton Amour m’ accepte comme victime… Ma folie consiste à supplier les Aigles mes frères de m’ obtenir la faveur de voler vers le Soleil de l’ Amour avec les propres ailes de l’ Aigle Divin…

Aussi longtemps que tu le voudras, ô mon Bien-Aimé, ton petit oiseau restera sans forces et sans ailes, toujours il demeurera les yeux fixés sur toi, il veut être fascine par ton regard divin, il veut devenir la proie de ton Amour… Un jour, j’ en ai l’ espoir, Aigle Adore, tu viendras chercher ton petit oiseau, et remontant avec lui au Foyer de l’ Amour, tu le plongeras pour l’ éternité dans le brûlant Abîme de Cet Amour auquel il s’ est offert en victime…

O Jésus! que ne puis-je dire à toutes les petites âmes combien ta condescendance est ineffable… je sens que si par impossible tu trouvais une âme plus faible, plus petite que la mienne, tu te plairais à la combler de faveurs plus grandes encore, si elle s’ abandonnait avec une entière confiance à ta miséricorde infinie. Mais pourquoi désirer communiquer tes secrets d’ amour, ô Jésus, n’ est-ce pas toi seul qui me les as enseignes et ne peux-tu pas les révéler à d’ autres?… Oui je le sais, et je te conjure de le faire, je te supplie d’ abaisser ton regard divin sur un grand nombre de petites âmes… Je te supplie de choisir une légion de petites victimes dignes de ton AMOUR!…

La toute petite Sr Thérèse de l’ Enfant Jésus de la Ste Face  

rel. carm. ind.

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Los Santos y Beatos: sus vidas, sus escritos, su espiritualidad, son el tema de este espacio. Llegarán al blog según las circunstancias. Comenzó Ceferino -en la pestaña Blog- cuya fiesta de Beatificación motivó la apertura de este sitio de comunión en el Espíritu.